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Sobre la historia


Cuando se piensa en ejercicios literarios realizados sobre la Historia, se tiende a pensar que hay una diferencia entre los textos que componen estos títulos y las biografías hechas por historiadores. Podría pensarse, por ejemplo, que la diferencia radica en que los primeros faltan a la verdad y los segundos no, y que, por tanto, hay una diferencia entre los pactos de lectura: por un lado, lo histórico-literario exigiría del lector un pacto de verosimilitud; por el otro, las biografías y la Historia “seria” solicitarían un pacto de veracidad. Pero ¿es esto así? El texto de Vattimo, ¿Una sociedad transparente?, nos ilumina sobre varios aspectos. El principal, y del cual se van a desglosar el resto, es que la Modernidad ha terminado. Para entender qué ha llegado a su fin, es necesario saber de qué se componía esta época pasada. La respuesta es sencilla: la modernidad estaba compuesta de fundamentos.

Uno de estos fundamentos radicaba en la idea de que existía una sola línea temporal. Por lo tanto, era posible crear un relato donde se acomodaran los hechos históricos en orden cronológico y sin que se presentaran discrepancias. Este propósito lo podemos encontrar en la Historia de Colombia para la Enseñanza Secundaria, de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, pues se trata de un relato que confirma uno mayor: el “relato teleológico”, descrito por Vattimo. Este consiste en una Historia progresiva articulada por una serie de esencias, que son aquellos personajes históricos que hacen parte de un plan divino, y que resultan indispensables para la idea de que al final de todo se alcanzaría la plenitud. Sin embargo, tal relato responde a los intereses de un grupo particular, occidental y católico, que impuso al mundo su cultura y su legado como centro de todo. Es por ello que la Constitución de 1886 negaba todas las otras lenguas que no fueran el español y todas las otras religiones para dejar la católica como única y dominante; es por ello, también, que en el libro de Henao y Arrubla la historia de Colombia comienza con el desembarco de Colón en América y no con las tribus indígenas precolombinas.

Ahora bien, la caída de este gran fundamento llamado Historia se debe en gran parte a la lingüística. Antes, se creía que los eventos históricos se enunciaban por sí mismos; ahora sabemos que no es así: cada historiador es un enunciador, y aquello que enuncia es solamente una representación permeada de su subjetividad acerca del mundo empírico. Como este último es inaprehensible, se entiende que toda biografía en el fondo es ficción, pues ningún relato es equivalente a la realidad. Gracias a esto, el mito de la Historia dio paso a todos los mitos que habían estado en la periferia sin ser reconocidos; y es así como entramos en la posmodernidad, donde ya no hay un relato central, sino una constelación de relatos historiográficos igualmente válidos que varían según la cultura y según cada individuo. De esta forma, podemos ver que ya no hay una distinción entre las biografías hechas por Henao y Arrubla y las literarias, pues ambas aluden finalmente a un pacto de verosimilitud.


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