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Imginarios fantásticos

Josephine Wall

Cuando las clases de literatura inician con lecturas llevadas a la fantasía, nuestra mente hace un tratamiento de aceptación de lo que nos cuentan. Dentro de la literatura son muchos los personajes que logran quedarse en nuestra mente, desde una niña coqueta con su padrastro hasta la espada que llevaban los héroes a Troya. Sin embargo, en la literatura fantástica ya no están los típicos personajes del mundo real; nos encontramos con unas criaturas que se pierden en los bordes de nuestro cerebro. Entramos en una era maravillosa, donde la tecnología y la ciencia se encargan de volver criaturas míticas a la realidad y esto ¿puede limitarnos? O más bien, ¿Qué ha sucedido con esto?

Ceder en nuestros parámetros y permitir que lo contado pase a ser vivenciado por nuestro imaginario es lo que se prioriza en los lectores. La verosimilitud y el pacto con la literatura se dan cuando nos encontramos desde gnomos, gigantes, trolls, hasta elfos tan bellos como un rayo de sol. Estos personajes hacen próspero al universo fantástico, al igual que reconocible las historias que son parte de él. Pero la vida real en nuestros tiempos se tergiversa con lo fantástico, hasta el punto de ver unicornios y sirenas, de cuentos, convertirse en seres reales.

Se han vuelto seres probables todo aquello que imaginamos y tiene orígenes en las mitologías. Ahora la ciencia juega con la genética de animales, extintos o no, siendo capaces de traer a la vida a seres monstruosos que existieron;o mezclar el ADN para crear nuevas criaturas. A pesar de ello, seguimos viendo el mundo literario lleno de duendes con poderes y enanos guerreros cargando hachas. Todo tiene su evolución en esta vida, aunque en la fantasía no es tan notorio este suceso. Ejemplo claro son los libros de El Ciclo Pendragón, Harry Potter, Canción de Fuego y Hielo y Crónica del Asesino de Reyes, etc., sus criaturas ya no son ajenas a nuestro folclore conocido, los arquetipos se han quedado en sus típicas habilidades y en sus apariencias. Por tanto, sabemos qué esperar de las criaturas.

Todo esto no es con el ánimo de afirmar que los libros de fantasía están mal y que sus historias o mundos estén erróneos. No, debemos buscar cuando entramos a este campo literario que los seres en él sean nuevamente fantásticos. Sorprender con nuevas criaturas de las que nunca se haya escuchado y que sus ambientaciones se den a la par o más allá de lo que un día escritores, como Tolkien, lograron construir. Así, se amplía el mundo real y el pacto con la literatura se aceptará con muchos más deleites.

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