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En la cama somos todos


Cuando estaba en clase de poesía, el profesor solía utilizar frases con metáforas hermosas que asombraban a todos los estudiantes de otras carreras no afines a la literatura. Eso me hace pensar que podría conquistar cualquier jovencita nada más con hablar, pero se me hacía curioso que con los estudiantes de literatura no ocurriera lo mismo. Nosotros ya empezamos a analizar las frases, la academia nos ha dañado tanto la cabeza que nos convertimos en críticos de todo, de cada frase, de cada libro, de cada párrafo con el que nos topamos y fue entonces cuando el profesor comentó algo sobre la fidelidad que comprendí que era “metafóricamente” imposible.

En la clase ya mencionada, lo que hacemos es analizar los textos líricos con la intención de aprender a construirlos. Tengo que confesar que nunca fui demasiado bueno con los poemas, mucho menos cuando comprendí el nivel de dificultad que requiere construir uno, de ahí a que esté inscrito en la clase. Pero como futuro literato, debo comprender la noción de metáfora, pues ésta trasciende todos los tipos de textos: no es exclusivamente de la poesía, es la construcción de imágenes con palabras. Así que cuando el profesor hablaba de la exclusividad del amante y la concentración sexual a una sola persona en el acto, descubrí un universo mucho más amplio, un universo más “poético”.

Cuando dos personas se encuentran en el acto sexual, realmente se están encontrando casi con toda la humanidad, siempre seremos nuestras historias y las historias de las personas que se han relacionado con nosotros, y ese acto se convierte en una sobrecarga de información en el que dejamos un poco de lo que somos para que se convierta en el otro, así vamos permeando la humanidad más de nosotros. Suena descabellado e inverosímil, pero basta con sentarse a pensar en que existe un aprendizaje inconsciente de las situaciones que vivimos, cuando se hace de manera consciente, refleja más madurez de las personas.

Ahora imagínense la escena, no puede ser más poética que alguna creación de un escritor bohemio, frente al mar, con lápiz y pergamino: dos amantes se conocen hace un buen tiempo y deciden llevar a cabo su primera relación sexual. El amante uno besa el cuello del amante dos. Lo besa ahí porque en una ocasión descubrió que a su pareja anterior le gustaba que la besaran ahí, o porque descubrió que a él le gustaba que lo besaran ahí dos relaciones atrás. El amante dos se quita el vestido antes del beso, se lo quita porque comprendió antes que a su pareja le gustaba que lo hiciera así, que se desvistiera para él. Y esa acción aquella pareja lo había descubierto junto a alguien con quien estuvo una relación antes. Así, los amantes en la cama son en realidad más de dos, es toda la humanidad deseándose, mezclándose, permeándose los unos a los otros.

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