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Chica de portada

Cuando camino por las calles a la luz del día siento que la gente se me queda viendo con deseo, por el contrario, a la luz de la luna las miradas me extrañan, y no les gusta. Regularmente me adelanto con la intención de que me vean más, pongo el bajo de la música en cada paso que doy, dejo que todo mi cuerpo hable, de la cabeza a los pies, y camino, y camino. Cuando me ven, quiero ser yo, quiero ser la fantasía de los demás. Me da curiosidad saber qué piensan, pero me basta con que me demuestren que lo hacen. Estoy en la mente de todos, en sus sueños, soy su desesperación.

By Chad Sell

Mis caderas tienen ritmo que encantan a cualquiera, pero mis piernas son el atractivo principal. Como con este chico, Jonathan, quien apenas me ve no se resiste a mantener la mirada alejada hasta que me pierde en el horizonte y no me vuelve a encontrar sino dos días después. ¡Dos días! no puede parar de pensar en mí durante dos días. Se me hace tierno y acepto su invitación a tomar café. Lo planeo bien, cincuenta minutos después de quedar sola en casa, cuarenta minutos tardo en arreglarme y diez más lo que demoro en llegar al lugar. Así que a las 3:50 P.M. nos encontramos. Saludo va y saludo viene, un menú que ya me sé de memoria pero que simulo leer como si fuera la primera vez. Ahí viene Marco con su libretica de ordenar y me mira el fabuloso escote que luzco, sé que se cuestiona si son naturales.

  • ¿Desean ordenar? — No me habla a mí, le habla a él, es mi cómplice.

  • ¿Qué vas a pedir? — Me pregunta Jonathan y no estoy para nada nerviosa por responder, él, él, y yo, estamos acostumbrados a esto ¿no es así?

  • Un té de manzanilla “caliente” — Hago énfasis en la última palabra y todos guardan silencio por un momento.

  • Un café con leche — Continúa, sin preocupaciones.

La charla se extiende, me cuenta sobre sus negocios en India, sus viajes a Milán y las vacaciones en Manila; me cuestiono entonces por qué no pidió un café más caro y comprendo que únicamente desea sexo, me enojo, me sonrojo y me da miedo. Indignada me levanto del asiento pensando que siempre es lo mismo. Me despido sin un beso, sonrío a Marco que me persigue con la mirada y dejo el lugar. Diez minutos para llegar, los carros aminoran la velocidad para verme, los hombres me chiflan por las ventanas, las mujeres se preguntan qué tengo que ellas no, tranquila chicas, no estén celosas de mi trasero.

Cuarenta minutos para desarreglarme y estar lista, termino y son las 6:50 P.M., justo a tiempo para que llegue la noche, me miro en el espejo por última vez y veo que ya no soy una chica de portada. Salgo a la calle, nadie me dice nada, nadie sabe que existo pero me extrañan. Siento de nuevo el aire en mi rostro y sonrío sin mucha expresividad mientras espero el bus, como cualquier día. Ella se baja, luce fantástica, me abraza y me besa en los labios, yo la beso también. Diez minutos para llegar a la casa, me pregunta qué hice hoy, le digo que nada. Los hombres la miran con deseo, las mujeres con desprecio, yo la miro con ansiedad, quiero que se vaya para ser de nuevo yo.


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