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Sin escapatoria


El día ya estaba aquí, despertar y correr a terminar todo para poder respirar. - No pierdas el tiempo, levántate -, pero seguía allí entre la cobija y la almohada esperando que todo se alejará para levantarme. – Me demoro quince minutos desayunando, veinte vistiéndome; entonces puedo dormir… ¡Ya basta, ¿acaso no quieres llegar temprano?!- una preocupación más: la nevera vacía al igual que mi barriga. esto de vivir sola es lo peor. “Que tengas un bonito día, tu mami”. Quizás eso no era procrastinar, debía incorporarme al mundo real, “POR QUÉ NO HAS LLEGADO, ACASO ME QUIERES MATAR”. Debía llegar rápido. las obligaciones no faltan, pero ¿cómo llegar a la universidad en hora pico?

- Son solo cinco cuadras. quizá si corro puedo llegar más rápido-. Con la moña en la mano y mi saco a medio poner, busco cómo cerrar la puerta. -debo buscar algo de comer-. Quizá desprecien el maní, pero en momentos de afán es la mejor fuente de energía, además estamos en los últimos días del mes. La parada se encontraba sola, - eso me temía y solo por unos minutos en la cama… ¿por qué el wifi no crece en los árboles?-. Después de enredar un poco el tiempo, una sombra roja y blanca se asomaba a la distancia; estaba lista para la contienda, logrando aferrarme al tubo del bus mientras este zigzagueaba por las calles del sur.

-hágale pa´ atrás, corra ese bolso o le cobro otro pasaje.

-pero ¡a dónde!, póngale un segundo piso y me corro-. responde una voz del fondo; yo solo me apretujo.

Las manos se aglomeraban y el espacio se ponía húmedo.¿Por qué mi repulsión hacia el sudor no toma vacaciones? Cuando estudias, tu bolso lo es todo: tu tesoro y el martirio diario de una posible escoliosis. Los minutos corrían, las personas lograban inundarme; esperaba llegar a mi destino pero entre tanta gente olvidas el porqué sigues allí. El espacio personal es transformado en uno colectivo. Mientras escucho a Maluma por la izquierda, por la derecha me perturba esa llamada contando el segundo bajo de química. – vamos, más rápido… aún puedo llegar- y así telepáticamente el conductor y yo nos conectamos para saltarnos los semáforos. la prisa justifica los medios y no tenemos la culpa de que la moto se atraviese.

Poco a poco las voces y las manos me llevan a la puerta para dejarme entre gotas y calor. bajarse es otra ciencia, pues debes casi saltar del carro para que los demás salgan. En aquella ciudad desteñida por el sol, todo tiene su sentido. Así son los días, llenos de caos y terror, pero poco a poco la tensión se convierte en algo monótono.

-Otra vez usted. Mire a ver si puede madrugar. Debemos respetar a los demás: todos nos levantamos temprano para llegar acá. ¿Cuál es su excusa?

-… lo sien… Disculpe, no volverá a pasar-. ¿Por qué no tener el valor de callarlo, marcharme sin más? El cartón, no olvides que sin él no puedes vivir-.

-No me importan esas excusas baratas, usted debía exponer. Cuando salga, cierra bien la puerta.

Ahora, fuera del salón, lo único que me perturba es no seguir en mi cama, entre la cobija y la almohada. Esto de tener que despertar y correr a terminar todo para poder respirar ya no es una forma de vivir.


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