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Hache y Gema


Ilustración por Cameron Stewart

Esta es una historia que ya se contó, pero que volvió a pasar. Una noche de otoño el padre de familia salió a trabajar excusándose en conseguir más dinero para poder comer, todo lo que tenían ya se lo habían gastado, ni una joya quedaba para cambiar por comida y hace más de un mes que el dulce recolectado se había terminado, vaya suerte pues estaban hastiados — ¡Tienes que empezar a trabajar Hache, ya tienes edad! — Se quejaba aquel hombre con herramientas al hombro, pero Hache era demasiado holgazán. Había algo verdaderamente extraño, los chicos lo notaron, su maleta era distinta a todas las demás, más grande, más pesada y más difícil de cargar.

  • Padre ¿vas lejos? Parece que cargas equipaje para lo que queda del año—Preguntó la joven, con voz fuerte y confiada, los ojos entrecerrados y la nariz arrugada.

  • No hija, son encargos para los enanos que han quedado de comprármelos – Fue lo último que dijo el hombre, cerró la puerta y desapareció en el bosque.

  • ¿Los enanos?

  • No lo creo.

  • Yo tampoco —El chico miró por la ventana y apretó los dientes — Se está yendo para siempre y ya no podemos retenerlo.

  • ¿Qué haremos?

  • Volver al bosque y retomar los viejos hábitos.

Ambos jóvenes temblaron de pánico, el bosque no era precisamente su lugar favorito, a Gema le gustaban los lagos y a Hache el pueblo, pero tenían casi 17 años, ya eran capaces de enfrentarse hasta al diablo. Solo cargaron con una mochila grande en la cual empacaron lo necesario dejando bastante espacio para las cosas que robaran de las cabañas embrujadas. Una vez listos se embarcaron a aquella aventura que tan malos recuerdos les traía.

  • Tengo una amiga, quien siempre carga un paraguas rojo, la cual dice que los peligros de los bosques son los lobos feroces – comentó Gema con cierta diversión y Hache rió.

  • Patrañas, yo tengo otra amiga que siempre lleva trenzas rubias y le asustan los osos del bosque– Ambos volvieron a reír.

  • ¿Cómo vamos a saber el camino de regreso?

  • He recolectado piedritas, las dejaremos por el camino y así no nos perderemos.

  • Siempre tan astuto Hache.

En el interior del bosque todo se hacía más oscuro, los árboles delgados simulaban garras y colmillos, también hacía mucho frío y el viento arrastrando las hojas como susurros que se colaban hasta los oídos de los chicos. Gema sintió que un escalofrío le recorría la espalda cuando notó el paraguas rojo de su amiga balanceándose en el suelo, abrió sus ojos con sorpresa y se mordió una de sus trenzas, no lo comentaría a Hache, no quería pensara que era una miedosa. Hache sintió que una gota de sudor le bajaba por el rostro cuando reconoció las trenzas rubias de su amiga a un lado del camino, se mordió el labio inferior; no quería asustar a su hermana.

Ilustración por Cameron Stewart

Más adelante, cuando casi llegaban a su objetivo, vieron lo peor ¡dos árboles estaban marcados con aruñones de alguna bestia! Cuatro rajas habían arrancado parte de la corteza, como si un gran animal le hubiera golpeado con fuerza. Los hermanos tragaron en seco y se miraron el uno al otro.

  • ¿Crees que sea un lobo? – Primero habló Gema.

  • ¿Crees que sea un oso? – Dijo luego Hache —Mejor volvamos a casa

Los hermanos empezaron a seguir el camino de piedras que iban dejando a medida que se adentraban al bosque, qué suerte haber tenido esa idea o ya se habrían perdido. No contaron entonces que así como ellos iban tras ese rastro otra persona podría estarlo siguiendo con la intención de encontrarlos. Al fondo una figura gorda, con manto gris y cabello desaliñado, recolectaba, una a una, las piedritas de Hache riéndose emocionada con anticipación.

  • Huelo deliciosos jóvenes para la cena – canturreaba la anciana jugueteando con las piedritas que guardaba-La chica del paraguas rojo para el desayuno, la chica de las trenzas rubias para el almuerzo, y dos deliciosos hermanos para una cena maravillosa.

  • ¡Es una bruja Hache! – gritó Gema dando un salto en el lugar, ellas eran el verdadero peligro del bosque y ya lo sabían.

  • No tiene sentido, ¡las brujas comen niños, no muchachos! –se quejó Hache sorprendido.

  • Lo siento mucho queridos, la piel tierna me cae mal, los muchachos es lo de ahora ¡ya lo verán!

Para luego de unas horas la historia se sitúa en una casa de almidón, allí la decoración había cambiado un poco, era pan de lo que estaba hecha y olía delicioso, la mujer malvada mezclaba en una enorme olla muchos ingredientes que producían un dulce aroma. Aquella bruja, la que iban a robar inicialmente, terminó por incluir en sus ingredientes dos tiernos muchachos y ese día cenó un rico estofado de maíz salado.

Ilustraciones por Cameron Stewart.

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